Tomo la sal entre mis dedos y siento enjambres de hombres remontar parajes asesinos
atravesar oceános de infinitas incertidumbres
La sal
con toda su blancura
no pronuncia la sangre vertida tras su aroma de mar
nunca invoca la paz
muy al contrario
se devela mortaja sobre el cabello de las santas mujeres
La sal es cruel
Esther lo sabe en lo que aún le queda de corazón