1
¡Callad conmigo, como callan todas las campanas!
En la placenta de los horrores
buscan las sabandijas alimento nuevo.
Públicamente, cuelga los Viernes Santo una mano
en el firmamento, le faltan dos dedos,
y no puede jurar que todo,
todo, no haya sido y que nada
será. Se hunde en las nubes pardas,
arroba a los nuevos asesinos
y sale absuelta.
De noche, sobre esta tierra,
forzar ventanas, darle para atrás a las sábanas,
que quede al descubierto el embozo de los enfermos,
una llaga llena de alimento, infinitos dolores
para todos los gustos.
Enguantados contienen los carniceros
el aliento de los desembozados,
la luna en la puerta cae al suelo,
no recojas los fragmentos, la cinta de la que colgó…
Todo estaba preparado para la extremaunción.
(El sacramento no puede llevarse acabo).
2
Qué vanidad de vanidades.
Arrastra una ciudad hasta ti,
levántate del polvo de esa ciudad,
toma posesión de un cargo
y enmascárate
para no ser desenmascarado.
Cumple las promesas
delante de un espejo ciego en el aire,
delante de una puerta cerrada en el viento.
Intransitados están los caminos sobre la pared a plomo del cielo.
3
Oh ojos, que la tierra, almacén solar, quemó,
con la carga de lluvia de todos los ojos cargados,
cubiertos ahora de hilos, de telas
hiladas por las arañas trágicas
del presente …
4
En la cuenca de mi mudez
pon una palabra
y levanta grandes bosques a ambos lados,
que mi boca
entera quede en la sombra.