En Villa Giulia.
(S. VI a. de C.)
Sosteniendo las copas
invisibles,
familiarmente, eternamente juntos
en el lecho
de la fecundación y de la muerte,
serenamente lúcidos
y sonreídos
(con un «sorriso triste», como dijo
el niño a la maestra que indicaba
con tímida dulzura tanta gloria),
vosotros lo afirmáis hermosamente:
No sólo el imposible
amor,
también las nupcias consagradas
vencerán a la muerte.
Gracias,
esposos grávidos, etruscos no,
celestes,
brindando por nosotros.