Reúne al sol,
por caminos de polvo,
las recuas sin estrépito.
En caóticas filas se amontonan
como una multitud de patas sucias.
La sombra del oasis los rezuma.
Aplastados y viejos, de rodillas,
en la gran explanada
su cuello balancean
con senil parsimonia.
Lejos de su jaima, Alí
conduce caravanas
hacia el plano de fiebre del poniente.
Con sus manos de cobre
les ajusta el turbante.
Por diez dinares tira de las riendas
y en las primeras dunas
los ayuda a bajar con sus chilabas.
Cuando el nómada vuelve
cojetea tozudo el dromedario.