Prolongado en el tiempo
tu signo permanece
y, aunque esconde la llave de tu gozo,
descifra cada noche
la vieja adivinanza del silencio.
La reina del Destino,
descolgada en andamios de alabastro,
traduciendo su mito de mármol malogrado,
me expulsa enfurecida del Recinto
porque sé las respuestas
a sus envenenados acertijos.
Cerrándome la puerta
me enfrenta al enemigo
quien altera mi voz que queda presa.
Destronada del friso
se inmolará desnuda sobre el fuego
sellando el pergamino
en su reino de cuero,
victorioso tu nombre junto al mío.