Te lo llevaste todo, Niño Perdido,
tras de ti. Los juegos
a inventarse palabras, el abrazo
azul del albornoz tan cálido, la ortografía
de regaliz en mi buzón, el tirachinas
descubierto en la colcha
de bodas de mis padres y aquellas
esperas insufribles
con un final -perdóname- de flores
asomando su tierno disimulo
de pétalos ocultos a la espalda.
Todo se fue
contigo a ese país
hacia el que tú vuelas ahora
y del que yo regreso.