Como tantas otras veces
pero ya nunca más
has de venir
de noche hasta mi cuarto
y mostrarme
el camino del cielo hacia la Isla.
Como tantas otras veces
no esperaré tu rostro tras el cristal
empañado de mi ventana
ni me sorprenderá tu sombra
revuelta entre mis calcetines, sombra
oculta bajo alguna camisa o en la raya
perfecta de un pantalón planchado.
Con el seguro azar indiferente,
hasta el próximo remordimiento, hasta la próxima
indefensión, nos despedimos.
Como tantas otras veces, pero ya nunca más.