Veo un sol rabioso devorado por un saltamontes
en la colina
que sólo la pluma fuente de la noche consigue
aplacar con los negros trazos de la tormenta.
Un sol loco y espumante corriendo en la colina
tras de mi ojo izquierdo, saltado y de negro
sombrero de copa,
Donde una estrella almidonada por el cuello
sirve el rubio champaña de la madrugada.
Pero hay quien prefiere un mar, un mar de violetas,
un mar de vino,
extendiéndose ante la mirada de los grises
mercaderes de la cordura.
Ah el mar de vino, mi querida visión del mar de vino
que aplaca la antigua nostalgia de la fiesta,
finalmente me abandona a la huracanada boquilla
de mis pensamientos.
Mi mensaje a bordo de una botella de náufrago.