(a Graciela Sacalotto)
olor de garzas
pudriéndose ahora en la memoria
de la infancia de la escritura:
por fin he descifrado en tu ausencia
-en tu eterno presente-
las llagas del deseo del leproso,
el nombre que hace florecer la luz,
la presencia de lo presente,
el vacío lleno de tu aroma
que amanecía azul entre mis dedos.
no hay misterios ya,
infancias o advenimientos
tempestuosos, de una adolescencia
tempestuosa, colmada por imágenes
donde estallan los seres
colmados por las preguntas
y la nada.
yo remaba hacia ti,
hacia tu nombre. en tu aroma
de almendros mi lengua
se llagaba, en mis caricias,
que aún te sostienen lívido
y conterrado junto a mi,
se hallaban los misterios
de lo arcano.
ah, verano, que has mutilado
con la desmesura
del deseo de dioses,
la gestación de esta historia.
sol que has venido hacia mi
sostenido por vendavales,
para abandonarme luego
ausente de mi mismo
en la fatal ausencia del deseo,
crucificado por un vacío
sin nombre, por el no ser
del verano, que ha cegado
mis ojos, transfigurando
lo que se calcina y llaga
con el esplendor y el fasto
de todo lo olvidado,
y sin embargo, presente.
Vulnerado hoy, sin palmas
ni palomas, sólo me quedan
las vacías ostras,
donde oculto tu nombre,
oh mío,
oh deseado,
oh incandescente…
Poema inédito proporcionado por el autor