Soñaste un día azul
un temblor,
una hoja,
una mano callada tocándote la frente
y los ojos purísimos del poeta encendido
mirando tu mirada perdida en la ribera.
Y esta palabra mía,
que no fue mía nunca,
dijo lo que no quise
y que tú no entendiste…
Pero yo estoy aquí.
al otro lado mismo,
esperándote igual,
con los ojos abiertos
y mi mano callada tocándote la frente.