Todas las cosas son las mismas
que ayer estaban en mi orilla:
tierra inmutable y poderosa,
cielo sereno y hondo arriba,
piedras heladas donde el tiempo
pasa lejano y nunca mira…
Solo las nubes y las rosas
cada mañana son distintas,
como el misterio de mi carne,
por una sangre enrojecida,
donde las luces de la aurora
rompen sus ondas cada día
y en sus espumas me arrebatan
flores ocultas de ceniza…
Pido las cosas que no tengo,
algo que quise y no quería,
un amor vago… Pero pasan
todas las cosas, alma mía,
como las nubes y las rosas
pasan, pasan… Yo no sabía
que allá en tu fondo me brotaba
una tristeza sin medida,
porque las cosas que yo quise
cada mañana son distintas:
nubes y rosas, amor vago,
y esta tristeza que no es mía…