Están doblando a madre las campanas
y el corazón está sonando a llanto.
Un niño, en los senderos del espanto,
huye a unas faldas limpias y lejanas.
El pasado nos abre las ventanas
y penetran sus sombras con el canto.
Al niño de mi historia lo levanto
hasta la luz de todos los mañanas.
Están doblando a madre las palmeras
de mi ciudad. Y yo, en Madrid. Tan lejos
que se me perderán en el camino
todas estas palabras verdaderas.
Madre en el fondo azul de los espejos
de este hotel, donde el llanto es clandestino.