Por subrayar, glorioso, de tu frente la albura
el Japón dio a tus ojos su más límpido añil;
la porcelana blanca no tiene la blancura
de tu cuello tan suave como terso marfil.
En tu rostro sedátil suave lampo fulgura;
es tu voz como el eco de las auras de abril,
y cuando te levantas, sonriendo, en mi negrura
eres luna de nácar que me alumbra sutil.
Hay núbiles anhelos en tu mirar de raso;
tu boca tiene púrpura de nubes en ocaso
y es tu nariz risueña la de gentil musmé.
Pareces una frágil sombrilla japonesa
y cerca de ti aspiro, mi lánguida princesa,
algo tan dulce y raro como el olor del té.
Versión de Carlos Pujol