1
Si las penas que dais son verdaderas,
Como bien lo sabe el alma mía,
¿Por qué no me acaban? y sería
Sin ellas el morir muy más de veras;
Y si por dicha son tan lisonjeras,
Y quieren retoçar con mi alegría,
Decid, ¿por qué me matan cada día
De muerte de dolor de mil maneras?
Mostradme este secreto ya, señora,
Sepa yo por vos, pues por vos muero,
Si lo que padezco es muerte o vida;
Porque, siendo vos la matadora,
Mayor gloria de Pena ya no quiero
Que poder alegar tal homicida.
2
Musas italianas y latinas,
Gentes en estas partes tan extraña,
¿Cómo habéis venido a nuestra España
Tan nuevas y hermosas clavellinas?
O ¿quién os ha traído a ser vecinas
Del Tajo, de sus montes y campaña?
O ¿quién es el que os guía y acompaña
De tierras tan ajenas peregrinas?-
-Don Diego de Mendoça y Garcilaso
Nos truxeron, y Boscán y Luis de Haro
Por orden y favor del dios Apolo.
Los dos llevó la muerte paso a paso,
Solimán el uno y por amparo
Nos queda don Diego, y basta solo.
3
Garcilaso y Boscán, siendo llegados
Al lugar donde están los trovadores
Que en esta nuestra lengua y sus primores
Fueron en este siglo señalados,
Los unos a los otros alterados
Se miran, con mudança de colores,
Temiéndose que fuesen corredores
Espías o enemigos desmandados;
Y juzgando primero por el traje,
Paresciéronles ser, como debía,
Gentiles españoles caballeros;
Y oyéndoles hablar nuevo lenguaje
Mezclado de estranjera poesía,
Con ojos los miraban de estranjeros.