¡Oh, tú!, el abandonado entre puñales,
entre densos fantasmas, en perdidos
mares de sombra, selva de gemidos
y ausentes golondrinas y rosales.
¡Oh, tú!, el ciego, el confiado entre fanales
hoscos de noche y muertos sumergidos…
confiado entre lebreles contenidos
y solo ante los dioses inmortales.
Con todo, sosegado en la agonía,
Fuerte en el llanto, casto en la alegría
Resurrecta de oscuros manantiales.
Ahí un rodar de lágrimas te guía
Y una palabra pura frente al día
Alza sus infantiles catedrales.