Ella me escribe: «Un día como tantos, perdido.
¿Sabes? La primavera muy hermosa ha venido;
mas durante tu ausencia, siempre en cosas chiquitas
se va el tiempo; en las tiendas y en algunas visitas.
Hoy, temprano, a la casa llegué, pues recibí.
¡Qué cansancio! La vida muy horrible es sin ti.
Triste, en este momento, de la alcoba, y aprisa,
me vine junto al fuego, descalza y en camisa.
En el tardío instante, desde el alba esperado,
en que puedo, de lejos, fundirme en ti, mi amado.
Todo tu amor me envuelve -porque sé que me amas-
y más calor me infunde que el calor de las llamas.
Imaginar no puedes cuánta tristeza siento.
-Contra los vidrios ¿ no oyes allá gemir el viento?-
Por el salón anduve. Sintiéndome cansada,
a la alcoba me vine y arreglé la almohada;
me quité la camisa, que doblé con esmero;
después, collar y anillos puse en el joyelero
con todas las pulseras; y en la mesita, al lado,
junto al retrato tuyo, por mí siempre besado,
dejé el corsé… sonrío en tantas noches
en que febril, inquieto, sufrías con los broches;
y recuerdo tu cólera, que olvidar nunca puedo,
cuando al soltar un broche te lastimaste un dedo.
Libre ya de apreturas, ¡qué alivio el que hubo en mí!
mi desnudez, entonces, blanca y nerviosa vi
copiada en el espejo del armario. Y sintiendo
horror por este cuerpo que creo inútil, tiendo
con la mente los brazos a ti, mi asilo amado;
y ¿para qué negártelo?, lo confieso: he llorado.
¡Sí!
Sobre las rodillas estas líneas te escribo.
En la mesa de laca que en el rincón percibo,
tus guantes, y tus libros están, y todos ellos
me recuerdan ahora muchos instantes bellos
y otros tristes: ¿te acuerdas? porque de vez en cuando
hemos ambos reñido… Tú sin razón…
Regando la bujía luz pálida, bajo pantalla lila,
va extendiendo en las sábanas una sombra tranquila.
-¡Cómo contra los vidrios está soplando el viento!-
¡Si junto a mí estuvieras, aspirando mi aliento,
para que me miraras feliz, inanimada,
y sollozar me hicieras al verme por ti amada!…
¡Porque hace mucho tiempo para ti sólo vivo!
¿Sabes? Ya casi, casi no veo lo que escribo,
Adiós, pues; duerme mucho. Me acuesto de amor loca.
¡Ah! recibe mil besos, más de mil en la boca.»