Silencioso verde a el tilo en el verano inaugurado,
muy apartada de las ciudades tiembla
el brillo opaco de la luna diurna. Ya es mediodía,
ya se agita en la fuente el chorro,
ya se alza bajo el destrozo
el ala maltratada del pájaro de fábula,
y la mano, desfigurada por tirar la piedra,
cae en el despertar del trigo.
Donde el cielo de Alemania ennegrece la tierra,
busca su ángel decapitado una tumba para el odio
y te entrega el cuenco del corazón.
Un puñado de dolor se pierde sobre la colina.
Siete años más tarde
te acuerdas nuevamente,
junto a la fuente, ante la puerta,
no mires demasiado profundamente,
se te saltarán los ojos.
Siete años más tarde,
en casa de amortajado,
apuran los ayer verdugos
el vaso dorado.
Se te hundirían los ojos.
Ya es mediodía, en las cenizas
dobla el hierro, sobre el mandril
está izada la bandera, y sobre la roca
del sueño ancestral, queda de aquí en adelante
forjada el águila.
Solo la esperanza, aquejada de ceguera, está acurrucada bajo la luz.
¡Rompe sus cadenas, guíala
ladera abajo, ponle
la mano sobre los ojos, que no la
abrase ninguna sombra!
Donde la tierra de Alemania ennegrece el cielo,
busca la nube palabras y llena el cráter de silencio
antes de que el verano las perciba bajo la llovizna.
Lo inexplicable recorre, en voz baja, el país:
ya es mediodía.