Todo antes de la noche de Jeannette Clariond

El viento
desmoronaba el barro,
vértigo, dolor era ese viento
en su descenso:
el encuentro
con la primera voz:
la muerte.

El muro de raíz sedienta
rasga cielos
de aquella hora.

De nuevo brotarán
salmos
palabras destejiendo
sobre el espejo.

Apenas el agua circundó la tierra
en su centro
se abrieron cavidades:
el viento devoró las copas de los cedros,
los nidos, el rostro de aquella voz.

Creer, crear la oración
que nombre su presencia,
el misterio
de su alma desprendida.

Cielo esta boca, hojas
la orilla,
el río congelado
y la tierra del recuerdo
evaporando
su fragmento de piel.

Mi ser,
mi ser errante,
mi ser,
miseria entrando,
mi ser
silueta.

Lo que no fui, siendo
afina su sombra.

Ceguera: ahí estarás.

Desde lo hondo
al viento
la dispersa ruina.

Morir, morir dentro
del árbol
al aire y lumbre
florecido.

Hija del hambre,
tus pasos segará
la pétrea luna.

Voces, voces distantes,
espejos,
palabras piedra:
Todo antes de la noche.

Hay una luz
en su aliento
de árbol,
pájaros
de aquella tarde
en fuego revestida
sobre los huertos.
Luz
el aliento del árbol.
Pájaros,
hombres,
en esa estancia herida.

Amar la luz
de aquella nube de ceniza,
los once túneles,
las huellas de las bestias,
caminos que entre las humaredas
caen del cielo.

Tierra dispersa de semilla,
guarda la salvación,
el silencio en la piedra,
la mirada del río en su sollozo.

Tierra dispersa de ceniza,
guarda la salvación,
ama la luz de aquella nube,
los límites,
el alba.

Van los hombres y las cosas
hacia la estancia primera.
La travesía es la voz.
Del monzón de arenas
emerge lo olvidado,
el polvo se levanta
en pequeños círculos.
Van a la entrada
del silencio.
A lo largo
la quietud,
la sagrada quietud
del sueño que los sueña.