Jamás he visto más revuelto el cielo,
más lóbrego, más bajo, más vibrado
de rápido relámpago azufrado,
víbora sobre torvo terciopelo.
Nunca cargué tamaño desconsuelo
ni nunca me sentí tan amargado;
aquí estoy solo, triste, hosco, callado,
erizado de furia y de recelo.
Qué envidia os tengo, árboles frondosos,
céspedes de la plaza polvorosos,
senderitos de guijas y de arenas…
Faltan para llover unos instantes
y mientras todos dormiréis brillantes
yo me iré sucio, al hombro con mis penas.