Puesto ya el pie en el estribo
con las ansias de la muerte
mi despedida te escribo…
Cuando a vosotros vine de Castilla,
el aire era un dulzor de mieles de higos.
A Castilla me vuelvo, mis amigos,
donde la tierra es seca y amarilla.
Ya perdí tu diaria maravilla,
Norte de amor. Se cierran tus postigos
y vuelvo a mis azules enemigos,
cielo en que germina mi semilla.
Hierro la noche y ya no sé si vivo.
Pongo mi pie de sombra en el estribo.
Golpea el viento al mar, como un ariete.
Y voy con un fantasma en mi costado:
mi trébol de ilusión, encadenado
desde mil novecientos treinta y siete.