Tu imagen de Manuel María Flores

Tu imagen vino a visitarme en sueños;
sentí un aliento acariciar mi frente,
y luego un labio trémulo y ardiente
que buscaba mi labio… y desperté.
La sombra nada más, la triste sombra,
la muda soledad, la negra calma
imagen de la noche de mi alma,
esto tan sólo al despertar hallé.

¡Ah! Si en la noche de la triste ausencia
¡no me sonriera la esperanza hermosa
de que en tu seno, virgen cariñosa,
el sueño de la dicha he de dormir;
yo me hundiera en mi lóbrega tristeza
hasta llegar al seno de la muerte;
porque no puedo ya vivir sin verte,
porque amar y estar lejos, es morir.

Pero, al menos tú sabes que te amo
con un amor que la creación llenara,
con un amor que el ángel envidiara
si no fueras un ángel tú también.
Si dueño fuera de la tierra toda,
la tierra toda ante tus pies pusiera…
Si fuera Dios… ¡hasta los cielos diera
por sólo un beso en tu divina sien…!

Mis noches son para soñar tu imagen,
tu imagen es para encantar mi vida,
mi vida para ti, virgen querida,
y tú para mi eterna adoración.
Tú, caricia, dulcísima del alma,
tú, beso de los cielos desprendido
y en medio de mis lágrimas caído,
aquí, dentro mi mismo corazón.

¡Oh! ¡ven a mí! Mi vida solitaria
se acaba, se consume en el hastío;
necesito de ti, dulce bien mío,
necesito de ti para vivir.
Es tu sombra la luz de mi camino,
sin ti me siento el corazón ateo;
me estoy muriendo porque no te veo,
porque amar y estar lejos, es morir.

¡Oh! si me amas también, si también lloras;
si, a tu lado buscándome, suspiras;
si sientes este fuego que me inspiras,
alma de mi alma enamorada, ¡ven!
ven a mi pecho, si en el tuyo, viva
ardiendo está de la pasión la hoguera…
¡Oh! ¡ven a mí! mi corazón te espera,
que ardiendo está mi corazón también.

Te veo en mi sueño… ¡Y en mi sueño, loco,
temblando el alma de pasión, te llamo!
y te grito… te grito… ¡que te amo!
¡que soy tu dueño, que tu esclavo soy!
¡que instante tras instante de mi vida,
del corazón latido tras latido,
para volar a ti se han desprendido,
y que sin vida, que sin alma estoy!

Te llamo en sueños… y venir te siento…
el ruido de tu paso: me estremece,
y mi frente, abrasada palidece
al eco, idolatrado de tu voz.
Y siento que te acercas… que tu aliento
ardiente y suave mi mejilla toca,
y que juntas tu boca con mi boca…
¡Y despierto… con fiebre el corazón…!

¡Ven…! ¡y una dicha buscaré suprema
para pagarte la que tú me dieres,
inundaré tu vida de placeres,
incendiaré de amor tu corazón!
Y entonces, cuando loco, de tus labios
bebiendo esté torrentes de delicias,
¡mátame, por piedad, con tus caricias!
¡mátame entre tus brazos… de pasión!