Adoración

Como al ara de Dios llega el creyente,
trémulo el labio al exhalar el ruego,
turbado el corazón, baja la frente,
así, mujer, a tu presencia llego.

¡No de mí apartes tus divinos ojos!
Pálida está mi frente, de dolores;
¿para qué castigar con tus enojos
al que es tan infeliz con sus amores?

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Ausencia

¡Quién me diera tomar tus manos blancas
para apretarme el corazón con ellas,
y besarlas…, besarlas, escuchando
de tu amor las dulcísimas querellas!

¡Quién me diera sentir sobre mi pecho,
reclinada tu lánguida cabeza,
y escuchar, como en antes, tus suspiros
tus suspiros de amor y de tristeza!

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Bajo las palmas

Morena por el sol de mediodía
que en llama de oro fúlgido la baña,
es la agreste beldad del alma mía,
la rosa tropical de la montaña.

Diole la selva su belleza ardiente;
diole la palma su gallardo talle;
en su pasión hay algo del torrente
que se despeña desbordado al valle.

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Ecos

Mirad la aurora,
madre del día,
¡cómo derrama
luz, alegría!

Allá en el cielo
todo es fulgores;
¡todo en la tierra
cantos y flores!

Sobre las hojas
tiemblan las perlas,
vienen las brisas
a recogerlas.

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El beso

La luz de ocaso moribunda toca
del pinar los follajes tembladores;
suspiran en el bosque los rumores
y las tórtolas gimen en la roca.

Es el instante que el amor invoca,
ven junto a mí; te sostendré con flores,
mientras roban volando los amores
el dulce beso de tu dulce boca.

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El sol

Y no buscaste un sol, no; le tenías
dentro del corazón, y ya el instante
de su feliz oriente presentías…

¡Ese sol era Amor! Astro fecundo
que el corazón inflama
y, con su fuego iluminando el mundo,
como un sol en el alma se derrama.

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Flor de un día

Yo di un eterno adiós a los placeres
cuando la pena doblegó mi frente,
y me soñé, mujer, indiferente
al estúpido amor de las mujeres.

En mi orgullo insensato yo creía
que estaba el mundo para mí desierto,
y que en lugar de corazón tenía
una insensible lápida de muerto.

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Mi ángel

¡Oh! niña de mis sueños,
tan pálida y hermosa
como los lirios blancos
que besa el Atoyac;
tú la de mis recuerdos
imagen luminosa,
el ángel cuyas alas.
tocáronme al pasar;
perdona, dulce niña,
perdona si mi acento
temblando, de mi alma
levántase, hasta ti;
pero tu bella imagen
está en mi pensamiento
no sé ya desde cuándo…
quizá desque te vi,

Desde que vi tus ojos,
tus ojos de querube,
tus ojos en que el alma
se abrasa de pasión;
y desde aquel instante
otra ilusión no tuve
que darte con mi vida;
mi altivo, corazón.

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Nupcial

En el regazo frío
del remanso escondido en la floresta,
feliz abandonaba
su hermosa desnudez el amor mío
en la hora calurosa de la siesta.
El agua que temblaba
al sentirla en su seno, la ceñía
con voluptuoso abrazo y la besaba,
y a su contacto de placer gemía
con arrullo, tan suave y deleitoso,
como el del labio virginal opreso
por el pérfido labio del esposo
al contacto nupcial del primer beso.

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Orgía

«¡Oh! que n’ai-je aussi, moi, des baissers qui dévorent
des caresses qui font mourir….»
V. Hugo.

¡Ven, cortesana…! ¡Abrásame en delicias!
Quiero las tempestades del placer,
tropicales, frenéticas caricias
con que reanime mi cansado ser.

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Soñando

Anoche te soñaba, vida mía,
estaba solo y triste en mi aposento,
escribía… no sé qué; mas era algo
de ternura, de amor, de sentimiento.
Porque pensaba en ti. Quizás buscaba
la palabra más fiel para decirte
la infinita pasión con que te amaba.

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Tu cabellera

Déjame ver tus ojos de paloma
cerca, tan cerca que me mire en ellos;
déjame respirar el blando aroma
que esparcen destrenzados tus cabellos.

Déjame así, sin voz ni pensamiento,
juntas las manos y a tus pies de hinojos,
embriagarme, en el néctar de tu aliento,
abrasarme en el fuego de tus ojos.

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Tu imagen

Tu imagen vino a visitarme en sueños;
sentí un aliento acariciar mi frente,
y luego un labio trémulo y ardiente
que buscaba mi labio… y desperté.
La sombra nada más, la triste sombra,
la muda soledad, la negra calma
imagen de la noche de mi alma,
esto tan sólo al despertar hallé.

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Un beso nada más

Bésame con el beso de tu boca,
cariñosa mitad del alma mía:
un solo beso el corazón invoca,
que la dicha de dos… me mataría.

¡Un beso nada más! Ya su perfume
en mi alma derramándose la embriaga
y mi alma por tu beso se consume
y por mis labios impaciente vaga.

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Ven

¿Me visita tu espíritu, amor mío?
Yo no lo sé; pero tu imagen bella
vino a mi lado, y en el mundo vago
del sueño, anoche, deliré con ella.

Era Chapultepec, y la ancha sombra
del canoso Alruehuelt nos daba abrigo,
la luna llena iluminaba el bosque y
estábamos, mi vida, sin testigo.

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ADIÓS

Adiós para siempre, mitad de mi vida,
un alma tan sólo teníamos los dos;
mas hoy es preciso que esta alma divida
la amarga palabra del último adiós.

¿Por qué nos separan? ¿No saben acaso
que pasa la vida cual pasa la flor?

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AMÉMONOS

Buscaba mi alma con afán tu alma,
buscaba yo la virgen que mi frente
tocaba con su labio dulcemente
en el febril insomnio del amor.

Buscaba la mujer pálida y bella
que en sueño me visita desde niño,
para partir con ella mi cariño,
para partir con ella mi dolor.

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EN EL BAÑO

Alegre y sola en el recodo blando
que forma entre los árboles el río
al fresco abrigo del ramaje umbrío
se está la niña de mi amor bañando.

Traviesa con las ondas jugueteando
el busto saca del remanso frío,
y ríe y salpica el glacial rocío
el blanco seno, de rubor temblando.

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FRANCESCA

La tierra en donde vi la luz primera
es vecina del golfo en que suspende
el Po, ya fatigado, su carrera.

Amor, que sin sentir el alma prende,
a éste prendó del don, que arrebatado
me fue de modo que aun aquí me ofende.

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FRÍO

(Cuento Bohemio)

La tarde era triste,
la nieve caía,
su blanco sudario
los campos cubría;
ni un ave volaba,
ni oíase rumor.

Apenas la nieve
dejando su huella,
pasaba muy triste,
muy pálida y bella,
la niña que ha sido
del valle la flor.

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PASIÓN

¡Háblame! Que tu voz, eco del cielo,
sobre la tierra por doquier me siga…
con tal de oír tu voz, nada me importa
que el desdén en tu labio me maldiga.

¡Mírame!… Tus miradas me quemaron,
y tengo sed de ese mirar, eterno…
por ver tus ojos, que se abrase mi alma
de esa mirada en el celeste infierno.

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SOÑABA

(Heine)

Soñaba yo: mis párpados henchidos
de lágrimas sentía;
soñé que estabas en la tumba, muerta,
y muerta te veía…
Era un sueño no más , pero despierto
lloraba todavía.

Estaba yo soñando, y por la cara,
el llanto me corría;
soñé que te arrancaba de mi lado
alguno, vida mía…
Era un sueño no más, pero despierto
lloraba todavía.

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