Esta tierra muerde a sus hijos mientras los dioses
consultan cartas estelares, cerraduras volcánicas,
o agrupan nuevas águilas en el ramaje
de los diluvios y las catedrales.
Esta tierra atrapa al niño y su rueda de alquiler
perseguida por el constante «ya voy» del corazón,
pero vomita la simiente que hubiera sido:
«Gracias os damos…»
Esta tierra engulló al hortelano y al labriego
cuando el maíz y el álamo alcanzaban
la estatura estival, el friso de oro
que golpean en coro los caballos
en el sonoro pozo de las eras.
Yo estuve a la mesa, frente a la garrafa
y el agua de pronto, como falda viva
agitose la altura de sus muslos.
Porque esta tierra nos siembra vivos
y nos cosecha en débil grano expósito.
Ayer, el abuelo y el siglo contertulio
fumaron juntos, rodeados de mazorcas y de espigas.
Torre de papagayos y tambores edificaron
para los molinos
La abeja construyó el paulatino tabique
dulcemente difícil.
Los meses recorrían ruedas puntuales,
agujas de asiduo pestañear.
Llenaban los dedales en que hoy escarba el hueso.
Cumplían con la dichosa piel del lomo
y el pulimento fraternal de la madera.
Pero esta tierra muerde como una loba ciega
cuando la mano extiende su parpadeante búsqueda.
Ayer no más, decían: «Sembrado hemos.
Ya vendrá Agosto.
Los graneros tendrán hasta las cejas…»
Oh mes violento, torrencial sepulcro
del hombre, del ganado y del alero!
La cruz que quiso asirse de los bordes
penetró de costado y el sacristán del alba
desayunó las luces subterráneas de los muertos.
El campanario derramó los nidos y los anchos
pulgares de los viejos albañiles.
La casa azul quedóse sin esquina y la plaza,
despedazada y sola, retornó a la pradera
revuelta del guijarro y de los cuervos.
Porque esta tierra muerde al mendigo
innumerable que la besa
y da vivienda nocturna al roedor
y azul enmarañado a los murciélagos.
Oh tú, furiosa y maternal amada,
dónde está el alfarero? En qué cuneta
yace el hortelano?
Dónde está el fiel espía del cereal luminoso
o el centinela oscuro de tu nieve?
Hoy nace el sembrador, patria impaciente,
y tú, ya le cosechas para dentro!