a Paulina
Un castillo de naipes que se vino
abajo, para siempre; tu pasado:
horas que fueron tristes; el transcurso
de un ebrio atardecer; días fugaces
como guirnaldas súbitas, honrando
las sienes de tus hijas. Qué de errores
al cabo de los años. Qué de errores.
(Pero ella está contigo, con su raro
ademán que tú amaste para siempre,
desde la vez primera.) Hay tantas cosas
que quieres olvidar. Puedes, no obstante,
decir que tú también fuiste dichoso,
pese a todo y a todos, en alguna
ocasión. (Recuerda aquellos íntimos
regalos de la noche, en la cercana
prolijidad del mar: dones perdidos
en la inquietud del tiempo.)
Tu vida.
Una vida cualquiera. Semejante
a la de tantos otros. Tan inútil.