Una niña de azul con un plumier de pino de Enrique Gracia Trinidad

Ha muerto en Conde Duque
una niña de azul con un plumier de pino.
Es una vieja estúpida la noche de Madrid, una mueca sin dientes que recuesta su rictus de sonrisa en las aceras.
A lo lejos,
detrás de tanta fiebre de tejados,
hay un jardín con úlceras, con hambre, que golpea el perfume de café,
la tos de una muñeca
que se perdió en el fondo de la tarde. Jeringuilla de plástico y mentiras.

Me subo el cuello del abrigo,
no hay nada que decir, poco que hacer. Fatiga.
Pasa un ruido descalzo de autobuses
que dibuja la sangre para fotografías de turismo.
Cerca quizás, para qué buscar lejos, hay alguien que se gana la piel tostada y limpia
con el pálido labio
de esta niña sin horas que cambiaba sus sueños por un grito en el brazo.

Me detengo a buscar por los bolsillo cualquier cosa,
un poco de tabaco, calor para las uñas,
refugio contra el miedo,
y esas muchachas tímidas pasan corriendo como siempre,
novias tontas que han de llegar a casa sin mirar las paredes don-de todo se vende con rápida sonrisa.
Calle de la Princesa, veloz la luz, el aire, el agua que mañana llegará hasta la plaza.
Pero la niña azul no corre.