Una pared invisible
me separa de quien fui.
Tiene que haber por ahí
una puerta. Lo imposible,
posible. La arquitectura
de la realidad viciada
abierta a una bocanada
de aire, misteriosa y pura.
No sé dónde está esa puerta,
mas sé que en cualquier momento
una ráfaga de viento
pudo dejarla entreabierta.
Acaricio la estructura
hasta dar con una hendija
y, como una lagartija,
salgo de mi sepultura.