«¿Por qué cuando dices Vancouver palideces?»
Agua donde un rostro se diluye
imborrable luz en los cristales
su transparencia me llama
como faro a la extraviada.
Señora del mar y la montaña
poblada de enigmas y sonrisas
en mi cuerpo de recuerdos se levanta
culebreando un remolino de nostalgias.
Ciudad donde los soles se derriten
con la lluvia sobre pinos centenarios
vine a robarle a sus bosques silenciosos
una estrella desierta que me alumbre.
Ahora, cuando la tarde es pátina de luz
y cansada me debato en la mitad de mi vida
regresa puntual
y transparente.
Hoy, precisamente, me salva su recuerdo.