Así la eternidad era el minuto.
Vicente Aleixandre
Desnuda, y nada existe
en este anillo funeral que inclina
su sombra bajo el tiempo, y es tan sólo letargo
la estancia, aquella lámpara
que se apagó de pronto en la caricia
de una ciudad celeste, mientras estoy tomándote
en la complicidad helada del silencio,
y más lejos el mundo
enciende su cosmética nocturna.
O descansa
la imperceptible púrpura de un labio
contra el cristal ilímite
de una copa vacía.