Siempre he sido débil,
inútil para descifrar el mundo,
para mantener creencias
que me tuviesen en pie,
firme frente al viento.
A veces dudo,
y suelo cometer la locura
de creerme
sólo si tú me nombras,
como si tu voz
fuese el sol
y yo la niebla.
Tan solo eso me bastaría
para creerme;
introducirme en tus noches,
observarte mientras te pones el pijama
o recoges tu ropa,
mientras apagas la luz
adormilada,
y saber
si alguna vez,
aunque sea sin querer,
aunque sea equivocadamente,
si alguna vez
me nombras.