No sé qué es lo que ocurre. Los mayores
como a un igual me tratan y los jóvenes
me miran desconfiados, como si algo
les hiciera de golpe distanciarse.
Me siento como el viento al penetrar
en alguna mansión desconocida.
Me observo en el espejo y veo un rostro
idéntico al que he hallado tantos años.
No creo haber variado de maneras
que, mejores o peores, son las mismas.
No me explico este cambio repentino.
No entiendo a los demás. Pero algo pasa.