Y cuando algunos barcos se perdieron
en tierra para siempre
(la colección de El Tony, el miedo a las gitanas…)
los alcancé de nuevo con el perfil del ojo.
Los rumores sitiaron otra esquina
y desearon el vidrio empañado y nocturno
de la viuda.
A un paso de las sillas y barajas marcadas
caía una moneda en Viejo paredón.
Los guiños de esos años me acarician la espalda
se adueñan del poema
tanto como la niebla dispone de las sombras.