Y tu amargura que me importa tanto
vale la pena. Vale el mundo todo:
vale la piedra oscura, el sucio lodo,
y la pureza con su turbio manto.
Aquí estamos los dos. Vale el quebranto
en el que tantas veces yo me acodo;
vale la pena el ir codo con codo
en el huir de un carcelero espanto.
Vale la pena negra desbandada
por la llanura que no tiene ocaso.
Vale la pena, vale la jornada.
Vale la pena ese final, acaso,
de una noche infinita, abandonada
en el hondón de un sideral fracaso.