Ya sé de tu soñar, tu duermevela.
Ese don de vivir en el olvido;
ensayo de otro sueño sin aurora.
Te he tenido en mi cruz, mientras que el humo,
por el paisaje dócil de tus sienes,
tejía sus canales sin descanso.
Yo te velé, derramados los hombros,
párpado alzado atento hacia tu hondura,
vigía por la sombra de tu noche.