La bolsa de agua reventada para siempre
empapó a Adán y Eva o sea
a la autobiografía del hombre.
La bolsa de agua de la Santísima Virgen
chorreando desde la punta de los volcanes
bajó a empozarse
para que nacieran las hijitas del paraíso
las hijitas como yo, como tú, como
las pecadoras que somos
para que con esas mismas aguas de pariciones
nos laváramos los ojos empapados.