Rosa ha tenido un vértigo, un incierto
malestar, un temblor desconocido,
y ella, para explicar, se ha referido
a un hartazgo de frutas en el huerto.
Pero algo siente en su anterior despierto
que trece abriles pareció dormido,
y nebulosamente ha colegido
que algo nace en su ser, y que algo ha muerto.
Cierra a llave la alcoba confidente,
y temerosa y deleitosamente
delante del espejo se desnuda.
Luego siente rubor, y, remordida,
en la noche más bella de su vida,
rompe a llorar, inconsolable y muda.