Amanecer

Rosa ha tenido un vértigo, un incierto
malestar, un temblor desconocido,
y ella, para explicar, se ha referido
a un hartazgo de frutas en el huerto.

Pero algo siente en su anterior despierto
que trece abriles pareció dormido,
y nebulosamente ha colegido
que algo nace en su ser, y que algo ha muerto.

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El secreto

En la tibia quietud de nuestra sala
sentiré que te acercas a mi lado,
conteniendo el aliento fatigado
y en puntillas, como una colegiala.

Un secreto. Y tu mano, que resbala
por tus cabellos me tendrá vendado,
y en tu voz habrá un tono inusitado:
arrullará como si fuera un ala.

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Emociones

Cuando espiaba su gira vespertina,
sentí una facultad maravillosa
para hallar al través de cada cosa
un asomo de gracia femenina.

cuando sentí que su pisada fina
resonaba en la senda silenciosa,
tembló mi corazón como una rosa
cuando siente que el viento se avecina.

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Es el alba que avanza

Ingenua colegiala de ojazos taciturnos
que a través de la reja de tu alcoba
indagas el misterio de los astros nocturnos.

Adivino que sueñas…
(Los ojos se prolongan
en las ojeras lánguidas, y los senos turgescen,
y las manos se afiebran, y los labios florecen…)

En tu carne virgínea ya la mujer se inicia,
y en tus horas inquietas
entrevés el coloquio , presientes la caricia.

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Exhortación

Oyes, en medio de la selva, un trino,
ves en la noche cintilar tu estrella,
un alma de mujer cándida y bella
refulge a trechos en tu gris camino.

Tú sientes la emoción, el repentino
embrujamiento, la indeleble huella,
pero el éxtasis lírico te sella
en los labios el verso peregrino.

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Imposible

Mientras tu sien se tiñe de amapola
y enamorada sobre mí se inclina,
por tu traje de glauca muselina
cruza un marino fruncimiento de ola.

Tu austera doncellez, que no se inmola,
en vano bajo el peplo se adivina;
en vano ante la sombra que camina
te miro junto, palpitante y sola.

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La entrega

Llegará para ti la suspirada
derrota, y una tarde florecida
la pasión morderá la pulpa henchida
de tus senos, como una llamarada.

Un velo cruzará por tu mirada
y sin memoria, contra mí ceñida,
sentirás el misterio de la vida
revelarse en tu carne desgonzada.

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Madre

Todo lo que hay de triste sobre el mundo
en tu espíritu, madre, resumiste,
porque no se dijera que lo triste
no es, además de místico, fecundo.

A tu inmenso mirar meditabundo
tal emoción de transparencia diste,
como para explicar por qué coexiste
lo diáfano, en el mar, con lo profundo.

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Sonata

Cuando escucho tu voz, tiene mi oído
una imposible sensación candente,
pues que fluyen tus labios sutilmente
el ritmo sideral, hecho sonido.

Rayo de sol caído sobre un lago
de miel, así tu cabellera bruna;
y cuando miras, tu mirar aúna
la emoción de lo intenso y de lo vago.

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Un recuerdo

El tren paró bajo la noche oscura.
-¡Viareggio! Diez minutos! gritó alguno.
Y los dos nos mirábamos, en uno
como albor repentino de ternura.

Amistades de viaje… La dulzura
de una voz que nos dice: ¿Lo importuno?
Un palique trivial como ninguno.

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