Los caminos del olvido son varios.
Varia la cambiante faz
de esta música que siempre soñó en tus carnes frágiles
con tanta melodía antigua y bien olvidada.
Los caminos de las ciudades que vieron tus ojos tristes
son sonatas en viejos pentagramas.
Estos poemas, más largos que ninguna vida,
deben recordar que algún día viviste entre ellos,
pues aprendiste que no existía la tierra
y que un pez nada puede si se rompe las aletas.
Pero tu corazón es más ancho que Alemania y Francia reunidas,
y de Montmartre a Montparnasse
sólo queda el recuerdo,
grave,
y cuando entraba el metro en la estación
viste a la verdad danzar entre los carriles
y el cielo era un paisaje
y el viento tiraba del pelo a los árboles.
Querido, André Salmón,
nombre de pez
teleósteo fisóstomo
un metro y medio de largo
que desovas en los ríos en otoño
y emigras donde ellas sostenían a los guerreros.
Querido André:
has envejecido meditando engaños.