Admito hace tiempo
que una ausencia viene anunciándose a sí misma,
gestos de mínimo romanticismo
en la unanimidad de las pupilas.
Me abandono a la emoción de sentirme solo,
ávido de distancias y nuevas ciudades.
Si pudiera sorprenderme
con la mirada de otros ojos
declararme neutral o simplemente un ciudadano ocasional,
no indagaría su nombre en los libros de Joaquín De Montezuma
en las flores que no han perdido sus pétalos después del otoño.
Esa noche estaba resuelto,
no habría para nosotros esa versión inteligente de los amantes.