Admito hace tiempo
que una ausencia viene anunciándose a sí misma,
gestos de mínimo romanticismo
en la unanimidad de las pupilas.
Me abandono a la emoción de sentirme solo,
ávido de distancias y nuevas ciudades.
Si pudiera sorprenderme
con la mirada de otros ojos
declararme neutral o simplemente un ciudadano ocasional,
no indagaría su nombre en los libros de Joaquín De Montezuma
en las flores que no han perdido sus pétalos después del otoño.