Cómo conocí a Peter Pan de Ramón Fernández - Larrea

anduve tanto tiempo tropezando con ropas ajenas
me volvían tan torpe los sonidos
hice tanto caso a las llamadas al alma
que decidí dejar la ventana abierta una vez

primero entraba el mar
navíos extraviados de oscuridad grifos
cartas que nunca más tuvieron ojos
puñetazos de agua contra arrecifes lejanos
y mi hermano sandokan oliendo el cielo de la mañana

como me acostumbré a contar el día
por la voz que cargaba el amanecer
seguí mirando el precipicio y la lluvia
bocabajo con legañas feliz
enfermo o escribiendo vendiendo el aire de la ventana
hasta que una noche murió mi niñez

no pude crecer más
el reino perdido es la justificación
no hubo más aire en los ciruelos

con el cielo pegado en la cara moría
impávido esperando

entró de día y mi sombra era suya
hablamos como viejos piratas
hizo cuentos de cuevas y madres que nunca tuvo
hasta que le hablé de mi madre

porque mi madre quería las ventanas abiertas
siempre ponía algo de cielo en la pupila izquierda
en la mano que jamás apagaba el cigarro
y dormía hacia el este para esperar señales
como hago yo esperando o esperándola
otra vez con todos sus dientes
para montar cisnes o que las nubes nos inviten
a buscar sombras cuando la ventana decida

hasta después de aquel vuelo magnífico
me miro un dedo y sirve para otra cosa
echo sangre entre los dientes delanteros
no he crecido buscando sombras en la oscuridad

de asesinos de generales de niños perdidos
de gente con el culo tan alto
que vigilan la entrada de aire en mis encías
aunque no cierre la ventana más
apoyado en la almohada de la ilusión

un dedo en el cielo y otro que toca un cadáver.