Sol de la tarde

Sí, yo recuerdo muy bien esta habitación!
Esta pieza y la otra se han alquilado
a empresas comerciales:
toda la casa está ocupada
por comerciantes, agentes, compañías.
Ah, yo conozco muy bien esta habitación…!
El diván estaba allí, junto a la puerta,
y al pie de él un tapiz de Turquía.

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Una noche

La habitación pobre y vulgar,
escondida en los altos de la taberna equívoca.
Desde la ventana la calleja,
estrecha y sucia. Y las voces abajo
de unos cuantos obreros
distrayendo su tiempo con las cartas.

Y allí, sobre aquel lecho ordinario y humilde,
el cuerpo tuve del amor, los labios
voluptuosos de la embriaguez, purpúreos
de tal embriaguez que cuando ahora,
después de tantos años, esto escribo
en mi casa vacía me embriago de nuevo.

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Uno de sus dioses

Cuando uno de ellos atravesaba el ágora
de Seleucia al caer la tarde,
en la figura de un hombre joven, alto y hermoso,
perfumada la negra cabellera
y la alegría de la inmortalidad en sus pupilas,
los que al pasar le contemplaban
se preguntaban uno a otro si alguien acaso le conocía,
si era tal vez griego de Siria o un extranjero.

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Velas

Los días del futuro están delante de nosotros
como una hilera de velas encendidas
-velas doradas, cálidas, y vivas.

Quedan atrás los días ya pasados,
una triste línea de velas apagadas;
las más cercanas aún despiden humo,
velas frías, derretidas, y dobladas.

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Voces

Ideales y profundamente amadas voces
de aquellos que murieron, o de quienes
se perdieron para nosotros como los muertos.

A veces nos hablan en los sueños;
a veces, pensando, la mente los escucha.

Y por un momento con su eco otros ecos
regresan desde la primera poesía de nuestra vida,
como música que extinguieran las lejanas tinieblas.

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