Va ligera, va pálida, va fina,
cual si una alada esencia poseyere.
Dios mío, esta adorable danzarina,
se va a morir, va amorir… se muere.
Tan aérea, tan leve, tan divina,
se ignora si danzar o volar quiere;
y se torna su cuerpo una ala fina,
cual si el soplo de Dios la sostuviere.
Sollozan perla a perla cristalina,
las flautas en ambiguo miserere…
Las arpas lloran y la guzla trina…
¡Sostened a la leve danzarina,
porque se va a morir… porque se muere!