Amada

El duro son de hierro tornaré melodía
para cantar tus ojos! -violetas luminosas-
la noche de tu negra cabellera y el día
de tú sonrisa, pura más que las puras rosas.

Tú vienes con el alba y con la primavera
espiritual, con toda la belleza que existe,
con el olor de lirio azul de la pradera
y con la alondra alegre y con la estrella triste.

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Citeres

Con el frú-frú sedoso de femenil enagua
deshilaba en la costa sus encajes el agua…

Oh, la isla melodiosa!
surgía de las ondas como una enorme rosa
primaveral, o el cuerpo de la niña;
era la voluptuosa
isla donde vendimia Amor su roja viña…

Oh, ingénuas albas!

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Divagaciones sentimentales

Princesa de los ojos floridos y románticos
que vierten una suave luz purificadora,
por quien deshojo todos los lirios de mis cánticos
y hay en mis negras noches esplendores de aurora;

sé que tus manos leves no estrecharán las mías,
ni probarán mis labios lo dulce de tu boca;
que por el lago azul de mis melancolías
no pasará tu esquife blanco de reina loca:

y, sin embargo, te amo desesperadamente
y como un ciego voy tras tus amadas huellas;
o elevo mis canciones, como un niño demente
que alza las manos para alcanzar las estrellas!

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Estampas románticas

II
El paisaje es de fábula. ..de ensueño. ..hasta la luna
suscita la ilusión de mágicos países…
El jardín encantado, cuando suena la una,
entre el perfume de almas ve mil espectros grises.

Como un niño extraviado, mi pesar errabundo
va por otras edades doradas y distintas…
(El jardín no parece ya un jardín de este mundo
irreal, sin la voz de sus fuentes extintas…).

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Estancias

1. Aquella dulce tarde pasaste ante mi vista
soberbia, en el decoro de tu vestido rosa;
inefable, irreal, melodiosa, imprevista,
como si abandonara su plinto alguna diosa.

Y perfumando la hora de lilas, te perdiste
al fondo de la calle, cual tras una áurea gasa…
mis ojos te seguían, con la mirada triste
que lanza un moribundo a la salud que pasa

* * *

2.

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Intermezzo

La seda de tus lánguidas pestañas
a proteger tus ojos descendía,
ante la encantadora bicromía,
de las aristocráticas arañas.

Un solemne mutismo de campañas
al Vesper, nuestras almas invadía;
y, de súbito, habló la melodía
con un dulzor de pastoriles cañas…

Para escucharla, se detuvo el viento…
a la maga caricia de su acento,
vibró tu carne de escultura, viva;

la noche se durmió en tu cabellera
y, besando las lilas de tu ojera,
se perfumó una lágrima furtiva…

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La investidura

Si, inspirado por Hari, tu espíritu se deleita
con la voluptuosidad literaria, si el arte de los jueg0s
de amor suscita tu curiosidad, entonces, escucha,
suaves, fáciles, adorables, esta serie de palabras…
Jayadeva (El Gita – Govinda)

Fue en un poniente mágico de púrpura y oros:
con música de brisas en los pinos sonoros,
rítmicas desfilaban las horas, al ocaso,
tal una ronda griega cincelada en un vaso;
un terciopelo verde parecía la pampa
y el cromo era lo mismo que una eglógica estampa.

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Las alas rotas

En continuas orgías cuerpos y almas servimos
a los siete lobeznos de los siete pecados:
la vid de la Locura de sus negros racimos
exprimió en nuestras bocas los vinos condenados.

Pálidas majestades sombrías y ojerosas,
lánguidos oficiantes de pintadas mejillas
se vieron coronados de nuestras frescas rosas
y en la Misa del Mal doblamos las rodillas…

Y acabado el festín -al ensayar el vuelo
hacia el puro Ideal- como heridas gaviotas
las almas descendieron al putrefacto suelo,
asfixiadas de luz con las alas rotas!

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Otras estampas románticas

I
Daba el heno cortado su olor y su frescura
y el sonámbulo río su monótona música.
Iba en el cielo azul, como una reina impúdica,
la luna sonrosada, soñolienta y desnuda.
La sombra de las ramas, en las aguas obscuras,
jugaba, azul y triste, sus mil danzas confusas;
y, luminosa escarcha, arrojaba la luna
su polvillo de plata sobre las rosas húmedas.

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Palabras de otoño

A Miguel Ángel Barona

Guárdate tus sonrisas: mi corazón hastiado
como fruto en sazón, a la tierra se inclina;
la senda ha sido larga, amiga; estoy cansado
y quisiera gozar de mi hora vespertina.

Odio aquellos amores de folletín: mi herida
no mendiga limosnas de piedades ajenas;
yo tengo una tragedia y se llama Mi Vida;
para escribirla usé la sangre de mis venas.

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Romanza de los ojos

Cálido estío de tus grandes ojos.
Negras flores, en selvas encantadas,
que abre la reina de los claros ojos,
el alba de las manos sonrosadas.

Lámpara astral de tus miradas puras.
Pálida luz de sol convaleciente
que cuida, bajo sus dos salas puras,
un rubio serafín adolescente…

Otoño triste de tus ojos dulces.

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Sin razón

Dime -¿qué filtro da tu boca
en su divino beso cruento,
que hace vibrar mi carne loca
como a la débil hoja el viento?

¿Con qué fórmula cabalística
mi pena rindes dulcemente,
cual la celeste Rosa Mística
hace inclinar a la’ serpiente?

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Tapiz

Los húmedos myosotis de tus ojos
sugieren claros lienzos primitivos
con arcángeles músicos de hinojos
y santas de los góticos motivos.

Copiaron esos místicos sonrojos
los ingenuos maestros primitivos
y dieron los myosotis de tus ojos
a sus Evangelistas pensativos…

Virgen de las policromas vidrieras,
los sahumerios y los lampadarios:
velan tus sueños todas mis quimeras
y, ante el cortejo de tus primaveras,
dan su mirra y olor mis incensarios.

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Voces en la sombra

Al espíritu lírico de
Abraham Valdelomar

Está en el bosque, sonrosada,
la luna de la madrugada.

El negro bosque rememora
lo que miró desde la aurora:

Se recuerda, temblando, una hoja
del lobo y Caperuza Roja;
del áureo son del olifante
del Rey de barbas de diamante
habla la eufónica espesura
donde claro eco perdura;
cuenta el césped que fuera alfombra
al paso de una leve sombra,
y al ligero trote lascivo
del dios de las patas de chivo…

De una polífona armonía
se puebla la selva sombría…

Mas cuando dice una voz: «Ella,
la Diosa, el Ídolo ha pasado»…
pensando en su blancor de estrella
el negro bosque se ha callado…

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Aniversario

¡Hoy cumpliré veinte años: amargura sin nombre
de dejar de ser niño y empezar a ser hombre
de razonar con lógica y proceder según
los sanchos profesores del sentido común!

¡Me son duros mis años –y apenas si son veinte– ;
ahora se envejece tan prematuramente,
se vive tan de prisa, pronto se va tan lejos,
que repentinamente nos encontramos viejos,
enfrente de las sombras, de espaldas a la aurora,
y solos con la esfinge siempre interrogadora!

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Danse d´Anitra

Va ligera, va pálida, va fina,
cual si una alada esencia poseyere.
Dios mío, esta adorable danzarina,
se va a morir, va amorir… se muere.

Tan aérea, tan leve, tan divina,
se ignora si danzar o volar quiere;
y se torna su cuerpo una ala fina,
cual si el soplo de Dios la sostuviere.

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El alma en los labios

Para mi amada

Cuando de nuestro amor la llama apasionada,
dentro de tu pecho amante contemples extinguida,
ya que sólo por ti la vida me es amada,
el día en que me faltes me arrancaré la vida.

Porque mi pensamiento lleno de este cariño,
que en una hora feliz me hiciera esclavo tuyo,
lejos de tus pupilas es triste como un niño,
que se duerme soñando en tu acento de arrullo.

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La ronda de noche

Rueda como una lágrima en la atmósfera fina,
la voz del campanario antiquísimo: la una…
y su eco pasa, leve como una ave marina,
sobre los techos blancos de escarcha de la luna.

Finge una lanzón la antigua torre de San Alejo,
a cuyo extremo brilla, temblando una estrellita…
húmedos callejones… Casas de tiempo viejo,
con ventanas que el viento, como un ladrón, agita…

Una copla canalla tiembla en el aire puro…
guiña un farol, su guiño se refleja en el muro
y hace mayor el duelo de los sucios portales…

El paso de la ronda se pierde en la calleja
y el rumor de las ramas, en la penumbra, deja
épicas remembranzas de días coloniales.

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Lo tardío

Madre: la vida enferma y triste que me has dado,
no vale los dolores que te ha costado;
no vale tu sufrir intenso madre mía,
este brote de llanto y de melancolía.
¡Ay! ¿Por qué no expiró el fruto de tu amor,
así como agonizan tantos frutos en flor?

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Ofrenda a la muerte

Muda nodriza, llave de nuestros cautiverios,
Oh, tú que a nuestro lado vas con paso de sombra,
¡Emperatriz maldita de los negros imperios,
¿cuál es la talismánica palabra que te nombra?

Puerta sellada, muro donde expiran sin eco
De la humillada tribu las interrogaciones,
Así como no turba la tos del pecho hueco
La perenne armonía de las constelaciones…
Yo cantaré en mis Odas tu rostro de mentira,
Tu cuerpo melodioso como un brazo de lira,
Tus plantas que han hollado Erebos y Letheos.

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Ojos africanos

Ayer miré unos ojos africanos
en una linda empleada de una tienda.
era ojos de noche y de leyenda
eran ojos de trágicos arcanos..
.
Eran ojos tan negros, tan gitanos,
vagabundos y enfermos, ojos serios
que encierran cierto encanto de misterios
y cierta caridad con los hermanos—

Ayer miré unos ojos de leyenda
en una linda empleada de una tienda
ojos de huríes, débiles, huraños.

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Poema de la carne

¡Carne del asesino, maldita podredumbre
que pende de las horcas en fúnebres racimos
y muestra a las pupilas de ávida muchedumbre
la malévola herencia que todos recibimos!…

Oh carne de los mártires (Gloria in excelsis Deo)
que de nuestro Rey Cristo son divinas cosechas;
Oh, labios siempre abiertos al consuelo de un Creo
¡divina vestidura traspasada de flechas!…

-Oh, carne de las vírgenes que la inocencia armiña,
nieve, azucena, estrella, lirio polar campiña
donde no puso amor la llama de su planta!

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Se va con algo mío

Se va con algo mío la tarde que se aleja…
mi dolor de vivir es un dolor de amar,
y al son de la garúa, en la antigua calleja,
me invade un infinito deseo de llorar.

Que son cosas de niño me dices… ¡Quién me diera,
tener una perenne inconciencia infantil,
ser del reino del día y de la primavera,
del ruiseñor que canta y del alba de abril!

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Vesper marino

Rugió el lascivo mar a la manera
de un sátiro de barbas temblorosas,
al poner tu presencia en la ribera
tu gracia peculiar sobre las cosas.

Joyas raras y sedas olorosas
prestigiaban tu dulce primavera
y al deshojarse tus palabras era
cual si estuvieran deshojando rosas.

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