De «Arlecchino» 2008 de Clara Israel

A la muerte

A Alejandro Duque Amusco, amigo

Y cómo describir su helada sombra,
esa luciérnaga en la boca abierta,
ese abismo insondable que se inserta
en una realidad que no se nombra.

¿Por qué tu corazón aún se asombra?
Dentro de ti la vida yace muerta
y es así que la nada nos deserta
cuando el último viento ya la escombra.

Llena su nombre algún lugar vacío
entre cimas de otoño y luz de frío,
donde el hombre no es hombre y no es el dueño

de su inmenso dolor ni de la suerte,
porque es el reino oscuro de la muerte
ese sueño de sueños en el sueño.

* * * * *

Absalón

La batalla del mar no ha terminado
ni aquella pretensión que la devora
de dar al mundo redención y aurora,
convirtiendo el presente en su pasado,

y devolver la vida al olvidado
reino que determina y que atesora
el fatal cumplimiento de la hora,
cuando el mañana sea devastado.

Entonces montarás en tu caballo
y alado, en el infierno de la guerra,
derramarás tu sangre en otro tallo,

beberás de otra vid que fluye y cierra
la noche con el canto de algún gallo
que, como tú, pensó heredar la tierra.

* * * * *

Arlecchino desolato

Una lágrima blanca en el semblante,
una gualda tristeza que enrojece
la desazón que ya no pertenece
al rostro que se muestra vacilante,

dolido ante la luz y desafiante
por no saber si el tiempo que acontece
remontará el delirio que decrece
cuando todo se pierde a cada instante.

Descubrirás, ya muerto en el espejo,
el rómbico payaso columbino
que mostraba tu pálido reflejo

en las horas de rosas y de vino
que llenaban las copas del festejo
del invisible llanto de «arlecchino».

* * * * *

Baile de arlequines

La noche me invitaba a regresarte
con un baile festivo de arlequines,
con la innata bondad de los delfines,
con un temor horrendo de abrumarte.

La noche me obligaba a recobrarte,
y aprendí a descubrirte en los confines
de la tierra que surcan serafines
con la misión secreta de guardarte.

Te han prohibido los dioses que regreses
porque les acompañas en los meses
que lloran el amor de las doncellas.

Porque eres tú el rincón de su alegría
y el sueño que hace hermoso todavía
poder creer en todas sus estrellas.

* * * * *

En medio de la noche

Ya sé que no confías en la aurora,
en su verdad oculta en los espejos,
que te asustan de pronto los reflejos
cuando te ves, eterna, en la demora.

Ya sé que compareces a deshora
cuando anidan a oscuras los vencejos,
que tu boca alimenta vivos tejos
con esencias mortales, que elabora

el tiempo en una alquimia desolada,
lentitud de metales casi mágicos
convocando el recuerdo y su derroche,

el que hace que resurjas de la nada,
que los sueños parezcan menos trágicos,
que regreses en medio de la noche.

* * * * *

Reino invisible

Tu reino no es visible en la distancia
porque nace de mucho más adentro,
del lugar donde Dios proclama el centro
de su mundo repleto de arrogancia.

El lugar de la muerte, que es la estancia
a la que con temor llamo y me adentro
con la esperanza absurda que el encuentro
de tu amor tenga alguna relevancia.

Llueve sin tregua y casi no me acuerdo
de la corporeidad que siempre pierdo
cuando el dolor te abraza y te regresa.

Tan sólo eres la imagen de tu sueño,
un recuerdo fugaz y tan pequeño
que el agua de la lluvia te atraviesa.