De «Requiem del obsceno» de Carlos Illescas

Aquí…

Aquí,
el solio del obsceno.
«Rebeldes ángeles caídos,
de todo corazón abominad
la música porque ella desconoce
el cinismo del tiempo.
Sus continuos abismos sepulcrales,
las calaveras impetuosas
que labran incesantemente
su imperfección.»
Estas son las palabras del obsceno.

* * * * *

Mágicos sábados. Humildes días…

Mágicos sábados. Humildes días
de la consolación. -Transitaban tus pies
naranjas gigantescas y aldeas de ojos verdes
de las uvas con aspas en la trompa.
De un solo hachazo abrí tu puerta;
soplé en tus pechos la mirada
de un blues, esta canícula de hormigas
obscenas; (la mirada abierta
del escote fundó la desazón,
el martirio y la música).
Amantes sábados en la sartén
de la semana destazada a pulso.
Elegías mi mano, todavía
garra prendida al seno de una copa:
en ella naufragaban viejos dioses,
en tus aretes bruscos, balanceándolos.
Entonces empujé la puerta hasta mañana
en busca del gránate feliz para los pobres,
y di las buenas tardes a tus bloomers.
¡Azules trampas descended por fin!
Encendiste los días sábados
enfrentando los ojos a los míos
que espiaron la rendija anaranjada.
«¡Quién vive!» -dijo el centinela,
de bruces, escuchando el diálogo frenético
del viejo halcón amaestrado.
Giratorio melón en la escudilla mínima,
días sábados, albos para siempre,
amables como piernas en las cercas.
Y todavía contra la pared,
solamente empujando
sin atender tu dulce reticencia,
-al otro lado juegan niños verdes-
faldas arriba; el tiempo despuntado
desmadeja tus cómodos limones;
todavía en la puerta el minucioso beso.

Trepidaban las lámparas. Tejones
transparentes salían de la alfombra
hendiendo el polvo mancillado
en los rinocerontes de tus pechos felices.
Polvo errante caía;
cielo, demente torbellino,
en tu gránate a pájaros secretos.
Pero debo cerrar los ojos sábado,
pensar cómo llama la muerte.

* * * * *

Tan sólo bastaría que la noche…

Tan sólo bastaría que la noche
pisara los acérrimos jacintos,
las bestias del perfume
vaticinaran por tu boca
cómo la soledad es un espejo
de la podredumbre verbal.
Tan sólo bastarían tus palabras
para guardar el trono del obsceno.