De «Tierra habitada» de Carmen González Huguet

Tierra

…no se alcanza
a volver con los remos y la vela
al puerto en que dejamos la esperanza.
Miguel Ángel Asturias

1. Del rumor de tus manos me alimento
y mi hoguera renuevo en lluvia fría.
Surge de ti fluyente geometría:
venero de la luz, cálido acento.

El seno de la vela que hincha el viento
para partir a la aventura un día,
y tu tierra en su quieta geografía,
trazada en gozo exacto y fiel tormento.

Se abre el ojo a la flor de la belleza
que se desata con fervor de río
y se instala a soñar en tu cabeza.

Por tu perpetuo, floreciente estío
cruza la tarde donde, libre y presa,
la luz corre desnuda por el río.

* * *

2. Raíz y rama, flor, nube y colina
Hundidas en el mar de aire que mueve
El invisible cuerpo donde bebe
La vida transitoria y cristalina.

Espejismo tenaz que la alucina,
Fuego escondido al fondo de la nieve,
Sed que escancia la boca donde llueve
La palabra triunfando de la ruina.

Vano intento: aferrar la llamarada
De ayer, hecha pavesa hoy inasible
Para incendiar su esencia ya gastada.

Victoria que tu esfuerzo hace posible:
Congelar la belleza alucinada
huyendo sin cesar en lo movible.

* * *

3. La belleza te anida en la cintura,
en la bondad azul en que navego:
cosecha permanente donde siego
los frutos de la voz y su ventura.

Derramas con largueza tu hermosura
y en la pupila tanta luz trasiego,
que siento arder en mí tu puro fuego
y en la noche brillar tu quemadura.

Estás en mí, como agua de la fuente,
como la sed al fondo del estío
que calme su anhelar en la corriente;

y estás en cada estrella con que guío
el viaje que me lleve hasta tu frente
y a la profundidad del hondo frío.

* * *

4. Alimenta la sed, dale a mi trigo
Más hambre para así seguir viviendo.
Echa más fuego al sol, que siga ardiendo,
Y más dolor a este fatal castigo.

Da tu aliento vital a lo que digo,
Pon sangre y alma a lo que voy haciendo,
Entrega esta verdad que nace hiriendo
Y acompaña su luz a herir contigo.

No te dejes vencer, no te acobardes,
apuesta sin cesar a lo imposible,
y construye primero lo que aguardes.

Pero emprende la ruta ineludible
En este mismo instante. No te tardes,
Porque empiezan la sombra y lo invisible.

* * *

5. La lluvia te bendice y la mañana
Se alza de ti con sucesivo aliento.
Bebo la antigua magia y el acento,
Patria de la sonrisa y la manzana.

De tu verdor provengo y me alimento,
Del alba y de su risa de campana.
Es más dulce la música lejana
Que acerca a mi heredad la voz del viento.

En el recuerdo palpa la cadena
De la nostalgia el hijo verdadero
Y vuelve a tu remoto y fiel estío

Sigue cautiva y quieta tu sirena
En fuente donde el corazón viajero
La conoció al nacer: era el rocío.

* * *

6. Yo no olvido tu sangre, ni tu herida,
Ni todo lo que en odio te sofoca.
Mi voz te busca y la mirada toca
La tristeza patente y la escondida.

Tu cicatriz en la memoria ardida
Aún sangra triste y mi piedad invoca,
Y tu dolor fatal no desemboca:
Llanto en el pecho, piedra contenida.

Espina en cada flor, sangriento rito,
Colibrí degollado, inaccesible
Tumba sin cruz, ni nombre en ella escrito,

¿quién te dictó destino tan terrible:
abandonarte a la heredad del grito
y a este vano correr tras lo imposible?

* * *

7. Me cae tu palabra hasta la boca
como una tempestad de hierro ardiendo,
como un golpe de mar, un sol muriendo
entre las fauces de un jaguar de roca.

Desciende a mí la carga con que invoca
todo el sentido de tu nombre abriendo
el cauce del recuerdo que va huyendo
hasta el origen que tu sangre evoca.

Me traes con el aire y el sonido
el rumor de tu risa y tus enojos,
y el dolor sin alivio en suelo herido;

Pero me das también en el oído
más palabras de rosas que de abrojos
que endulzan los saleros de los ojos.

* * *

8. ¿Y si vino y se fue? ¿Si ya ha venido
y en vano espera mi ansiedad despierta?
¿Y si acaso ha llegado hasta mi puerta
y la encontró cerrada y ha partido?

¿Si ha deshecho el camino ya vencido
-la fuerza desmayada, la fe muerta-
y a retomar la ruta el pie no acierta,
ni el ojo al horizonte recorrido?

Yo sigo aquí, por la esperanza atada,
y en vano espero ver la carabela
bajar el ancla en la tranquila rada.

E inquieto, el corazón se me rebela
porque no alcanza la ilusión amada
a volver con los remos y la vela.

* * *

Habitada:

Hacer poesía:
Es acuchillarse verso a verso
Por amor a la vida
Humberto Ak’abal

1. Flor de San Sebastián (Catleya skinneri)

Abre tu corazón al aire, al cielo,
a la luz que tu dulce cáliz moja,
a la mejilla que el rubor sonroja,
a la brisa de audaz y abierto vuelo;

Al paso de la vida con su celo;
a la dicha, al dolor, a la congoja;
al devenir que entrega y que despoja;
a la brasa, a la pena, al gozo, al hielo.

Abre tu corazón, flor apacible,
corone tu violeta cada trino
y engalane la altura perecible.

En el dibujo de tu labio fino
hay un mensaje anónimo y legible
escrito con un beso cristalino.

* * *

2. Árbol de fuego (Delonix regia)

Gota a gota en tu sangre, gota a gota
el sol desciende en silenciosa herida,
como si en el costado, abierta, ardida,
la luz vertieras por la vena rota.

Dolor que no se extingue, flor que brota
en la frente del cielo, espina hundida,
cauterio que deja detenida
la brasa de la flor que no se agota.

Te veo arder en tu tenaz hoguera,
encendiendo la tarde silencioso,
indiferente a la tormenta fiera.

Restañas con tus ramas, amoroso,
la moribunda fe de la quimera
que halló, en tu rama fiel, dicha y reposo.