Décimas de Orlando González Esteva

VIII

La mulata santiaguera
se fue metiendo en la noche
montada en el carricoche
de la luna marinera.
Vio la insólita chistera
de la ciudad inocente
arder con su pretendiente
mientras ella, divertida,
retozaba sumergida
en un vaso de aguardiente.

XXV

De todo lo que me pides
te daré lo que me debes:
un cementerio de nieves
y dos o tres nomeolvides.
Si al fin y al cabo decides
esperarme en la trastienda
da por quitada la venda,
por cancelado el oficio,
yo miraré al precipicio:
llévame tú de la rienda.

XLV

Pensando en las musarañas
acabé por admitir
que la Poesía era un ir
y venir de alas extrañas.
Lo demás son telarañas
obligadas al prurito
de encerrar en un granito
la profusión de la arena.
Pero no vale la pena:
escribir es infinito.

XLVI

Poesía, vertiginosa
revelación del tintero.
Lotería, reverbero
donde la lima reposa.
Angustia de la tojosa
que planea sobre el agua,
rascabucheo en la guagua,
precaución de la rutina,
resabio de puta fina
que no se quita la enagua.