Desde el muelle de Luciano Castañón

Aquí

el noray y la maroma

simulando inútil horca

—él es hierro, ella soga—

Luego el bote al albedrío

del agua por la luz rota;

breves lomas de carbón

y pluralidad de boyas.

Cerca

remendadoras de redes

que sutiles trampas tejen;

culonas popas de barcos

solemnemente bautizados ;

costillares de la grúa

quietos sobre una falúa.

Más allá,

borrosos por la bruma densa

los urbanos almacenes, tejados:

ásperos tinglados fabriles

y enhiestas chimeneas

—de una brota improvisado

chorro de humo que aletea—

El moribundo día

deja caer el telón de sus párpados

en la móvil luz del agua.

Desdibújanse

nubes compactas que rasgan

postrimeras rojas vetas.

Sólo el vuelo en adiós de la gaviota

—recelosa e insolidaria—

inquieta el apesadumbrado atardecer

La giba de Cimadevilla calla.