Aquí
el noray y la maroma
simulando inútil horca
—él es hierro, ella soga—
Luego el bote al albedrío
del agua por la luz rota;
breves lomas de carbón
y pluralidad de boyas.
Cerca
remendadoras de redes
que sutiles trampas tejen;
culonas popas de barcos
solemnemente bautizados ;
costillares de la grúa
quietos sobre una falúa.
Más allá,
borrosos por la bruma densa
los urbanos almacenes, tejados:
ásperos tinglados fabriles
y enhiestas chimeneas
—de una brota improvisado
chorro de humo que aletea—
El moribundo día
deja caer el telón de sus párpados
en la móvil luz del agua.
Desdibújanse
nubes compactas que rasgan
postrimeras rojas vetas.
Sólo el vuelo en adiós de la gaviota
—recelosa e insolidaria—
inquieta el apesadumbrado atardecer
La giba de Cimadevilla calla.