Aurora,
¿qué sube por tu rostro hasta tus ojos?
¿Qué muerte blanda comienza a agitarse en ellos?
¿Por qué miras como un río?
No dejes que sus ondas tiemblen.
No dejes que las piedras lleguen hasta el agua.
No dejes que las luces de sal sequen tu rostro.
¿Por qué sigues mirando como un río, aurora?
No hagamos esto.
No dejemos que tiemblen nuestros cuerpos
a pesar de nosotros mismos.
Después la vida es dura, y la llamarada de hielo arde.
Adiós se dice sólo por costumbre.
Adiós.
Me llevaré tus alas, aurora,
para poderte amar desde cualquier nube.