El día hincha sus llamas,
Buscan acribillados la sombra algunos asnos;
Y por entre las ramas
Levantan las cabezas y botan los duraznos.
Niños desherados de hambre y de sed maltrechos
Se acercan al pomar casi maduro.
Una niña harapienta muestra en parte los pechos
Y al ver que hurgo y deploro sus harapos deshechos
Se cubre con las manos el tesoro más puro.
Mi corazón se dora como un durazno. Siento
Deseos de ser árbol y darme en largos frutos
Y que me utilizaran en un ciento por ciento
Estos niños desnudos que por el desaliento
Viven entre las patas y el humor de los brutos.
El día allá en el fondo de un gran calor resuella;
Sobre un sonoro yunque desespera un martillo.
Dos niños comen tierra; la niña que es muy bella
Me ofrece desde lejos un durazno amarillo.